Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

viernes, 3 de agosto de 2012

Se alquila para soñar









decía el cartel que descansaba sobre el costado izquierdo del mendigo que, todas las mañanas, se instalaba en el andén del tren que iba a Retiro, en San Fernando.


Apareció una mañana, serían más o menos las ocho, llevando consigo un perro indefinido y una almohada grande. Y se instaló.

La gente pasaba a su lado y en el apuro por no perder el tren, no reparaba en el hombre, el perro y mucho menos en el cartel. A él no parecía importarle porque se lo notaba muy tranquilo, casi displicente en la espera.

Después de varias horas, un viejo se paró a su lado.

-¿Cómo es esto de que se alquila para soñar?

-Si, alquilo la almohada. Es muy soñadora. Las personas que la alquilaron antes, quedaron muy satisfechas –respondió el pordiosero.

El perro, indiferente a la charla, dormía moviendo de a ratos el hocico.

-¿Ve? Él está soñando porque hace un rato se apoyó en la almohada.

-¿Y qué sueños tiene?

-No sé, nunca me dijo. Le pregunté varias veces pero lo único que hizo fue mirarme. Y mover la cola. Se ve que son sueños lindos.

-¿Y usted, cuando usa la almohada, qué sueña?

- Sueño conmigo mismo. A veces me veo en una gran casa y en una cama enorme, pero ese no es mi gran sueño. Mi sueño es poder soñar con mi mujer, pero no lo logro. La almohada hace un gran esfuerzo pero no consigue ponerse en contacto con ella. Julia se fue hace tanto que ya casi no recuerdo su cara, pero si sus manos. ¡Eran tan suaves y protectoras! Trato de encontrarla en el sueño pero cuando parece que ya llega su imagen, se transforma en otra cosa y la pierdo.

-¿Me está diciendo que la almohada convoca sus sueños, los que quiera?

-Eso mismo. Por eso la alquilo para que alguien también pueda soñar su sueño preferido y saltar así hacia su destino.

-¿Cualquiera puede soñar?

-Si, señor. Sólo tiene que apoyar su cabeza en la almohada y cerrar los ojos.

-Hum, me parece difícil que a un viejo como yo le queden sueños.

-Todos tenemos, en cualquier tiempo, un sueño para soñar. Es cuestión de esperanza.

-Ahora que recuerdo tengo un sueño, un viejo sueño. No volví nunca. Me gustaría estar en Italia. Le alquilo la almohada.







© Carolina Menapace

® Birlibirloque

 

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