Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

sábado, 9 de mayo de 2009

Sobreviviente








El reloj, el horario, la puntualidad. El orden por número, por llegada, por alfabeto.
Las fichas, los datos, la rutina que aplasta y hace crecer el trasero.
Las rutinas dentro de la rutina. Afuera está la vida. Bostezo hasta morir y muero bostezando.
El tedio infecta mis órganos y tejidos de manera amodorrante. Mejor me tomo un café, para lo cual debo buscarlo al final del pasillo. Parpadeo y ocurre un estruendo brutal. Mi cuerpo vuela literalmente. Todo cae, se desmorona como si fuera de papel, a mí alrededor, sobre mí, y debajo de mí.
Gritos, oscuridad y silencio que lastima más aún que los gritos y el estruendo.
Me muevo como en cámara lenta sobre escombros.
Abro y cierro los ojos como esperando que al abrirlos me invada la rutina calmándome.
No controlo la respiración agitadísima que me agota.
Hay tierra en mi piel, la ropa, la cabeza, dentro de la boca, los ojos me duelen. Piso cuerpos sin defensa, ando a tientas y allá en el fondo, fondo de la nada la veo, le grito agitada sin fuerzas y sin voz, sin embargo me entiende. Chiquita y arrugada, con el rodete de trenzas grises, camina balanceándose con bastón, me espera y me llama con la mano.
Desespero y quiero correr pero mi debilidad jadeante me lo impide. No puedo abrir los ojos pero aún así la puedo ver, sonríe tiernamente y señala con un dedo huesudo un enorme agujero delante de mis pies, y me indica un camino seguro.
Quiero hablarle, preguntarle, disculparme, abrazarla, pero hago todo eso a la distancia con la mirada y la miro además para evitar ver sangre, miembros sueltos, ojos abiertos conocidos y muertos.
Se comienza a escuchar gritería del exterior, alarmas de ambulancias, bomberos, policía, ladridos, órdenes, confusión pero aún estoy presa en cemento y los golpes de mi corazón.
Tropiezo y caigo, es tal el agotamiento que exhausta quedo sobre escombros y ya nada me importa por unos segundos.
Todo está muy oscuro ahora, comienzo a temblar de una forma incontrolable, siento que de la cabeza hacia el cuello y pecho me corre pegajosamente y caliente un hilo de sangre.
De pronto su mano huesuda me toma de la solapa del saco y con una fuerza descomunal y extraña levanta mi cuerpo como a una marioneta y comienzo a andar, rápido, lastimándome las manos y los pies que descubro descalzos.
Veo su rostro de cerca, con múltiples pliegues y con los aros de oro colgantes y antiguos que tanto me gustaban.
Su sonrisa me calma.
De pronto la veo a tres metros de altura y se me antoja grotesca su figura pequeña y frágil en un lugar inaccesible a su vejez.
Con el bastón golpea un vidrio con una fuerza que no conocí y rompe las astillas para que podamos pasar las dos hacia la luz y el caos.
Intento un gran esfuerzo para llegar al agujero pero sólo llega mi grito desesperado.
Un torbellino de manos me toma de brazos y piernas y me golpean con preguntas que no atino a responder.
Así salí de la Amia, soy una sobreviviente de un crimen aberrante.
Difícil de explicar, difícil de entender.




© Irma Acuña
Nov 08

®Birlibirloque

Albertito, Tristona y la Soledad





Mi perra llora, llora y llora. Me está volviendo loco. No tengo paz. La extraña, es evidente. Yo creí que se acostumbraría, pero Tristona está vieja, y es la única aparte de mí que aúlla por la muerte de mi madre. Nos quedamos solos, y aunque mi mamá me había prometido que no, que nunca se iba a morir…
Pero se enfermó, y cuando hubo que internarla en el Sanatorio se puso furiosa con el médico gritándole que una bronquitis no era un cáncer de pulmón como él aseguraba.

Ahora estamos en casa. Ella me cepilla el pelo prolijamente. Ya no me baña, porque el viejo le dijo que basta, que ya estaba demasiado crecidito. Ella se ocupa de todo. Me saca punta a los lápices, compra los mapas que me pide la maestra y me recita una y otra vez la lección que yo repito y repito.
En la escuela lo paso mal, hay una banda de forajidos, dice mi mamá, que me enchastran el guardapolvo, me despeinan y se burlan de mí.

El domingo fui a ver a mi equipo favorito “Tigre”, me vino a buscar mi primo. Me llevó en su auto y me dice que tengo que hacer algo, por ejemplo trabajar.Si nunca laburé. La vieja decía que no era necesario, que administrando bien, nos arreglábamos. Mi papá se había muerto de un ataque al corazón, y quedamos ella y yo.

Ahora me explica matemáticas. Hago cuentas y más cuenta, cuando me canso, ella me completa la tarea y yo me prendo la televisión.

Basta Tristona ¡!, Terminala. Ya pasaron cuatro meses y veo que hay cosas que no me explicó. No se manejar el lavarropas. Ni hacerme la comida.
Cuando murió, mis tías me ayudaron pero ahora están un poco cansadas, y muy mayores…
“Que la plata hay que cuidarla”, “que no hay que despilfarrar”, así me muero de frío y no prendo la estufa para no gastar y voy a mirar tevé a lo de mis tías, y a veces me invitan a comer.

En otro tiempo el Coronel le decía a mi mamá: “quédese tranquila, señora, mientras le ponía una buena cantidad sobre el escritorio.
Mi papá riendo, “viste? Con guita todo se puede” y me entregaban la libreta de enrolamiento.

En verdad a mí mamá no le gustaba ninguna chica. Aunque tantas no traje. A todas le buscaba defectos, y me las espantaba.
Quizás ahora encuentre alguien, aunque ya cumplí los cincuenta y me estoy quedando pelado.
Que me haga la comida, me lave la ropa. Una mujer que sepa hacer cuentas y me ayude con las hipotecas y los préstamos.
Y lo más importante que tenga unas tetas grandes como la vieja.


© Lidia A. González

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Cuidados







Papá trabaja. Ídem mamá. Ella trae al niño para que lo cuiden. Es la mañana.
Personajes:
Niño (dos años)
Perro pequeño, gruñón
Abuela (jubilada. Resignada?)


El niño entra en la habitación, pequeña. Por detrás le sigue el perro que defiende, con celoso animo, su terreno.


Perro: Guau guau, esta es mi casa. Cuido a mi ama.
Niño: (tiene un chupete. Lo persigue con sus dedos como pinzas para molestarlo) Esta es la casa de Mi abuela, por lo tanto aguántame!
Abuela: Hola Juan, ¿cómo estás? Hace frío, te pondré un abrigo. (Mientras hace esto le
Ofrece el biberón. Juan todavía usa biberón y chupete)
Perro : Va a ser viejo y todavía usa chupete, Guau, guau.
Abuela: Tranquilo, te pondré un babero a vos también (y eso hace).

Estuvieron toda la mañana cada uno compitiendo con sus habilidades. El perro con la pelota, el niño jugando a agarrarla. Total: en breves minutos todo era un caos.

Abuela: Vamos a preparar alimentos para almorzar (le dice a Juan) Te compensaré con un
unos dulces. (le da un caramelo para entretenerlo)
Niño, escapa al balcón, arranca una flor, se la trae a la abuela. En un instante salió al balcón, que no tiene protección.
Abuela: Niño inocente, esto es peligroso.
Perro: Voy a cuidarlo, es un tontín. Guau, guau.
Así continuó la mañana. El papá apareció, a sus brazos corrió el niño.



Soy de los viejos y de los jóvenes
De los tontos,
No menos que de los sabios
Indiferente a los otros
Atento siempre a los otros
Maternal y paternal
Un niño y un hombre
Henchido de la materia que es basta
Y henchido de la materia que es fina
Ciudadano de la nación, de muchas naciones
No menos de las grandes que de las pequeñas (...)

Walt Whitman



© Maria Elsa Bravo

® Birlibirloque




Sigues en pie







Como árbol viejo que resiste a caer
sigues en pie casa que me vio nacer
testigo silencioso de alegrías y tristezas
soportaste heladas y el horror de las batallas

Sigues en pie
con tus ventanas curiosas
la escalera crujiendo
el desván con su silencio (escondite prefecto)
para guardar travesuras

Sigues en pie
fuertes muros de ilusiones
de sueños no realizados
un día te dejé
y al perderte más te amé

Sigues en pie
resistiendo los avatares del tiempo,
feliz, sientes el canto del río
que casi baña tus pies

Sigues en pie
casa grande, cobijaste mi niñez
cómplice de tertulias
de hombres que debatían
cómo salvar la nación

Sigues en pie
como árbol que resiste caer
cuando volví, tus escaleras cantaron
el día que las pisé, me recibiste contenta
la emoción me desbordó
mis lágrimas brotaron
como el día que partí


© Remedios Pernas
8 / 3 / 09
® Birlibirloque

La partida









26 de febrero

El reverendo Pendleton vino a Rora, hablo con todos los padres de familia y los convenció de que emigraran con rumbo a la Argentina para integrarse a la recientemente fundada Colonia Alejandra.
La cosecha había sido tan pobre que apenas alcanzaba para alimentarnos, la tierra es escasa y esta cansada.

30 de marzo

No duermo pensando en el momento de abandonar estos valles pelados y partir para ese país maravilloso, donde dicen que la pampa verde se extiende hasta juntarse con el cielo. Michel me regaló tres monedas.

4 de abril

Los abuelos que fueron a despedirnos hasta el poblado lloraban y nos decían Gente que se va América gente que va a ser comida por los indios.
Mañana cumplo catorce anos, solo pienso en el momento de partir, mi madre contenía las lágrimas, mis hermanos y yo estábamos contentos.

30 de abril

Estuve tirado en la cucheta con vómitos y mareos, embarcamos en Génova el día 25, el velero se llama L ‘Otavia Stella, estamos amontonados mas de doscientas personas, el agua escasea y tiene mal gusto, hace mucho calor. Estuvimos detenidos tres días por falta de viento para navegar, me duele el estomago, mama esta enferma, papa nos hizo subir a cubierta para tomar aire, dos primos míos murieron de viruela, ya son ocho los fallecidos, los tiraron al mar, mi padre leyó la Biblia.

9 de julio

Llegamos al puerto de Buenos Aires, el río es inmenso y el puerto miserable, un muelle de madera, no puedo creer que hayamos pisado tierra firme, hicimos trasbordo a un vaporeto para llegar a Colonia Alejandra, navegamos río arriba, vimos bandadas de pájaros y animales silvestres.
Desembarcamos en medio del barro. Junto al barranco habían levantado unas carpas para que pasásemos la noche, todavía nos faltan cinco leguas para llegar a la colonia.
Hicimos el recorrido en carretones por islas cubiertas de pajonales, atravesamos riachos y al fin llegamos a las tierras altas donde nos encontramos con otros inmigrantes que habían venido antes que nosotros.
Ya habían construido la capilla y unas casas de adobe con techos de paja, nos prestaron una, mi madre abrió un baúl y tendió las sabanas y la ropa húmeda sobre los arbustos, mi padre colgó el fusil de un gancho contra la pared, salio al patio y nos dijo señalando hacia la derecha Toda esta tierra hasta aquel árbol es nuestra y rompió a llorar.


© Myrta Zweifel

® Birlibirloque


En la calle Pinzón






La luna se ve turca.

Vilma la mira y piensa que quiere convertirse en una mujer independiente. Ser protagonista. Como Sherezada, quien no quería que el rey la ejecutase.

Los ancianos del piso inferior también observan la luna y sienten miedo. Les parece un mal presagio. Aunque quieren evitar que se descubra su crimen, saben que siempre existe alguien preparado para hacerlo.

En la Plaza Lezama, Pedro también mira la luna y suspira por su Ana. Quiere casarse con ella. Sueña… un sueño de amor, en tanto a su alrededor la noche teje con la magia de las sombras, del claroscuro y del aire un vestido de novia.

Pensando en su familia, el astronauta mira la luna transformada ahora en algo mucho ms poético. Su corazón palpita anticipado y desea intensamente tener un regreso seguro.

En la calle Pinzón un inspector de policía vigila la luna.

En la calle Pinzón.


© Carolina Menapace

® Birlibirloque

A B y C


























Anduve deambulando de un café a otro con el cuaderno asomándose de la cartera, el bolígrafo perdido en algún recoveco de su interior, tan perdido como yo en busca de una idea o una visión o motivo que disparara el deseo de plasmarlos en los renglones desiertos. Carol me dijo que para ella el mejor lugar para escribir es un bar, la verdad yo me distraigo, pero hice el esfuerzo.
Lo había visto en alguna parte, sí, hace unos días en la estación, pasó apurado sin darme tiempo para captar más detalles. Anoté: perfil- buena planta, mediana edad, algunas canas, seguro de sí mismo, arrogante? Tal vez.
Lo dejé esperando hasta la noche.
El sillón aguardaba como siempre, el cuaderno debajo de mi brazo, una copa de vino en la mano. Miré por la ventana como al pasar.
Mi hombre otra vez (le puse A) hablaba con alguien (digamos B) cuya figura no alcanzaba a distinguir con claridad, pero algo, que no podía definir me era familiar.
Me escondí detrás de la cortina.
El otro B le entregó algo que A guardó en el bolsillo del impermeable mientras asentía con la cabeza.
Un trueno lejano se hizo oír.
A levantó la cabeza, en una fracción de segundo se cruzaron nuestras miradas. Me oculté, volví a mirar, la calle estaba desierta, gruesas gotas caían del cielo, brillaban al romperse contra el pavimento.
Volví a llenar la copa, me senté a escribir; algo desagradable había quedado en mí ánimo. A tenía rostro, un perfil ajustado a la fisonomía, el encuentro con B le dio un rumbo.
Las ideas comenzaron a surgir, cada palabra parecía acomodarse igual que mi osamenta en el sillón.
Ahora trato de imaginarme a B, darle un semblante. Rehago la visión. Me detengo. Busco la sensación de incomodidad, hurgo en ella. Me repugna.
B es el marido que contrató a A para seguir a C.
No queda más vino en la copa.
B avanza por el pasillo, A y C me miran desde el dintel de la puerta esperando el desenlace


© Erica Schworer

® Birlibirloque

Ella en el tiempo








Ella, la otra, lleva sobre su piel
el tiempo contenido
amasado entre sábanas lejanas.
-ausentes y presentes, en la magia del encuentro-
Todo le fue dado
la pasión brota en arcón pródigo
vertido de a poco desde el deseo.
Mitad de su vida, mitad de su cuerpo
quedó más allá del rumor naciente.
-ventana abierta, puente en el espacio-
Borde de los labios
cortejo de su boca, refugio que desvanece
hasta que de la nada brota el corazón latiendo
y los ojos que desvisten la tímida mirada
la convierten.

Yo, contemplo su juego temerario
la espero, tiene la forma de mi cuerpo.

Ella, persiste en la región del amor
luce flores en el pecho
un cansancio que se vuelve energía
antes de regresar.
Pasa por la edad adolescente
sin esperar la medianoche absurda
vive asomada al vértigo del instante breve.

Yo, aguardo el encuentro
el secreto lugar que elige la sangre
por designio
porque las estrellas son palabras
anuncian/ celebran
donde las máscaras no existen

ser ella, en el otro tiempo.



© Cecilia Ortiz



® Birlibirloque