Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Juntas








-¡Más juntas que no entramos todas!
los cuerpos
se aproximan
se compactan
se hacen uno
el instante queda plasmado sobre el papel que brilla
como las miradas
detrás de tantas historias

podemos escuchar las voces desde nuestro mundo
ése que juntas creamos
y la magia perdura
el momento está allí vive en una dimensión
llega hasta la niña que aburrida revuelve una caja
con algunas fotos antiguas olvidadas por el tiempo
-¿Quiénes son estas señoras mamá?
- Son amigas de mi bisabuela
- Y cuál es tu bisabuela?

Sonreímos desde nuestra estrella
volvemos a la vida por los ojos de otros
a veces nos descubren
y estamos siempre juntas fundidas en un escándalo de serenidad


© Erica Schwörer
28/7/10

® Birlibirloque



Este texto corresponde a la foto: Juntas celebrando el Día del Amigo.

Gracias Erica!!!


Sólo con escuchar el aleteo de las horas..








...supo que se estaba aproximando. Era muy tarde en la noche cuando comenzó el viaje. Cerró los ojos. No deseaba volver pero un sentimiento de urgencia lo aproximaba a encontrar los restos de su niñez marchitándose en los rincones de la casa, que ya no albergaba los abrazos de sus hermanos.
La memoria retrocedía a aquella mañana cuando la madre descubrió que Marta se había ido, con unas pocas cosas en un bolsito y dejando unas líneas apuradas en un papel de cuaderno. Las rayas, el margen y la letra pequeña, azul de ella. Las palabras las había borrado la pena. Recordaba también el llanto de la madre, el enojo del padre, su propio desconcierto y el de sus hermanos –levantados de madrugada, en calzoncillos, con los ojos llenos de sueño y estupor. Salieron en su busca pero después de muchas horas volvieron derrotados y tristes. El campo inmenso había borrado las señales. Habían alertado al comisario, pero fue trivial el gesto, tampoco ellos la encontraron. Entonces el padre decidió que había que olvidar. Y trataron. Pero algo se había quebrado en todos. Ya no eran la misma gente. El padre se volvió más hosco, la madre más melancólica y los hermanos se fueron desapegando uno del otro. Hasta el silbato del tren se oía lloroso. Ya no era aquel sonido alegre que cruzaba sus vidas, dos veces al día.
Abrió la vieja tranquera con mano nerviosa. Y la cerró nuevamente. Los viejos hábitos lo conducían como si los diez años lejos de allí no existieran en este retorno.
Un perro ladró en la distancia. Quizás los fantasmas de la culpa que sentía lo esperaban.
El sonido del pasto escarchado acompañaba sus pasos. Y las luces del día iban aclarando la escena. A lo lejos, la vieja casa se inclinaba un poco hacia un costado. El sauce llorón y los demás árboles seguían temblando al compás del viento suave.
Se acercó a la puerta, estaba entreabierta, la empujó levemente y se asomó con cuidado...

La penumbra apenas dejaba adivinar los viejos muebles y un pequeño viento agitando una hoguera provenía de la cocina.
Un temor casi reverencial se iba deslizando hacia adentro. Y ya en el marco de la puerta un hombre alto y flaco, de barba descuidada lo miraba curioso. Ambos se observaron. Ambos se preguntaban quién sería el otro, pero no se hablaron. Un leve tic en el ojo izquierdo del intruso daba vida a esta vieja fotografía que perdía foco como para darle lugar a la memoria. Iba pasando el momento al compás del humo que invadía la estancia.
El hombre flaco entonces se acercó al recién llegado, le puso una mano en el hombro y con una mueca que podía ser una bienvenida afirmó: -Marcelo Souza, ¡era tiempo!

¡Corten! -gritó el director-. Se copia. •



© Carolina Menapace
28-04-10 /11-05-10

® Birlibirloque

La hora está ahi








Miro el cielo, mientras te espero
la desazón y la tormenta me envuelven.
Sé que estoy sola.
Y la hora está ahí.


Tu ausencia inesperada
repite sin piedad en mis entrañas
-nosotros buscaremos un destino-
Sueños repentinos de verano


Ignoro donde está el cielo esperado
el brillo de tus ojos
tu voz susurrando
- gritos y arrebatos-
tus labios en mi cara.

Me hundo en un mar profundo
A tientas espero
el tiempo que trascurre implacable
y la hora está ahí


© Remedios Pernas
20 /8 / 10
® Birlibirloque

Encuentro raro










Al doblar la esquina se da cuenta que algo no anda bien. La ventana del dormitorio de su padre está cerrada y a esa hora no debe ser así.
“Tal vez se cortó la soga de la persiana”, pero aceleró el paso para constatarlo.
Cuando llega a la casa, la puerta está abierta, se agita su corazón en alerta, pero su mente la tranquiliza con posibles razones.
Se dirige al primer piso:” Papá!” “Papá!” El padre la encuentra en la escalera:”Vamos”, le dice y baja, ella lo sigue, sonriente y preocupada, ya comenzaba un regaño. Pero él la interrumpe, “Vamos, te vas a tu casa, y lo haces ya!”
“Pero la puerta está abierta, papá, y es peligroso.” “Por eso te vas, y vienes en media hora, hija”.
Ella llora,” yo de acá no me muevo”, mira a su alrededor. Desde donde están puede ver a alguien tirado en la cocina, lleva puestas las pantuflas de su padre y el pijama que le regaló. Es la indumentaria para esta hora, y es la que porta su padre al gritarle: “Te vas ahora, por tu vida! Ya!”
Llora y sale corriendo, no entiende pero va por ayuda.
La policía llega rápido, encuentra a un ladrón armado, la casa revuelta y al padre en la cocina, en pijamas, en pantuflas, en un charco de sangre.




©Irma Acuña



® Birlibirloque

Penumbra










El viento gime y se cuela por la hendija de la puerta; la luz de pronto se apaga y la oscuridad nos envuelve.
Retumban sordos los truenos, el cielo se parte a gritos en geométricos refucilos.
Lloran los niños pidiendo luz.
Con desgano prendo una vela roja, perfumada, de alta y dorada llama.
Una ráfaga helada la hace parpadear un instante, chisporrotea, resiste, ríen y aplauden los niños, yo busco un rincón de sombras para perderme y soñar.


© Myrta Zweifel
02/06/10

® Birlibirloque

Lo oculto








Mi infancia había transcurrido entre Capital y Provincia, pero siempre habitamos casas, nunca departamentos.
Después de unos años de matrimonio, compramos un departamento y tuvimos que adaptarnos a vivir en un edificio con gente diversa…
Acababa de sonar el timbre, y eché un vistazo por la mirilla. No se veía a nadie, por lo que continué con mis ocupaciones. Nuevamente sonó el timbre. Mi hijo pequeño miro por el agujero de la cerradura y muerto de risa exclamó: “¡Es Dysneylandia!”, abrió la puerta y era María Amelia, una nueva vecina, de mediana edad, pelo canoso, de andar escorado, y con una característica que al chico no se le había pasado por alto. Era enana. Según me enteré por su propia boca, procedía de una familia de clase alta, vivían en Barrio Norte, tenía cinco hermanos y había permanecido encerrada en la casa paterna desde siempre. Oculta a las miradas de familiares y amistades…
Tenía mal genio y se enojaba por cualquier motivo, pero vivía agradeciendo a los vecinos que la trataran como a uno más. Tanta era la discriminación que había sufrido.
En su departamento, que insistió para que lo conociera, tenía banquitos que usaba para todos los menesteres: hacer la cama, llenar el lavarropas, cocinar, acomodar el placard, etc. Pero tenía uno preferido que era plegadizo y usaba para ir a los conciertos. Adoraba la música clásica. Venía a verme con cualquier excusa, pedir algún ingrediente de cocina, o lo que se le ocurriera, el objetivo era charlar de cualquier tema.
Me contaba de su triste infancia, de sus hermanos, uno era juez, que la obligaban a esconderse para recibir a sus amigos. De la ancianidad de sus padres, a los que cuidó con una dedicación increíble, trepada a sus útiles banquitos, hasta el final de sus vidas.
Al morir los padres, sus hermanos decidieron vender la casa.
Compraron una vivienda en el edificio donde yo vivía, y la llevaron a vivir allí.
Era tan ingenua como un niño, y a veces entablaba relaciones con mujeres que conocía ocasionalmente, las invitaba a visitarla, casi siempre le acarreaban disgustos o le robaban.
Los hermanos no la visitaban. Su hermana mujer era una bruja con rodete, cejas altas, cara avinagrada y modales de patrona de estancia.
Cuando María Amelia enfermó, la hermana puso su dedo en mi timbre, con una urgencia prepotente, para avisarme que la llevaba a internar al Hospital.
Permaneció internada mucho tiempo, y más tarde la trasladaron a vivir a un Hogar de Ancianos, donde terminó su vida. No puedo olvidar que al día siguiente de estar internada, tan mal, vino su hermana con una mudadota y se llevó todo, vació el departamento, hasta los banquitos…



© Lidia A. González

® Birlibirloque




Palabras de colores









María Elsa viaja a menudo, con la imaginación o de otro modo.


Cuando regrese, desde su cuaderno de notas brotará el texto.


Sin dudas.



Birlibirloque

Lo perdido







La casa estaba en una isla. Ellos, miraban por la ventana. Sabían que, al salir de la casa se terminaba el sueño. Había sido una sorpresa soñar lo mismo y mantenerlo por varias noches.
Uno de los dos fue el traidor que al pasear por la playa deshizo el sueño.
Los dos, añoraron lo perdido.
Continuaron abrazados sobre el lecho, dormían y soñaban. juntos. Algunas veces perdían un sueño.
La casa en la isla se negaba a ellos.
Él, pensaba que ella era la traidora; ella, estaba segura de que era él.
Una noche, el letargo de ambos se dividió, cada uno continuó libre de la ensoñación del otro.
De madrugada, el traidor desapareció, llevándose su fantasía. Ella soñaba que estaba sola, en una cama cubierta de pétalos rojos.
El sueño perdía forma, era menos que un anhelo; mientras el despertador la volvía a la realidad.
Ya despierta tuvo la sensación de haber soñado. Al abrir la ventana, vio sobre el piso, junto a su cama, un pétalo rojo, fresco. Lo guardó junto con los otros.
Sus cajones estaban llenos de trozos de sueños.





© Cecilia Ortiz

® Birlibirloque