Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

jueves, 23 de julio de 2009

Soneto inconcluso Pereyra









Metió las manos en los bolsillos
en el izquierdo lo encontró.
Secó sus melancólicas lágrimas
y partió.

Era de un pueblo olvidado en la verde y amplia Santa Fe.
De joven gustaba inventarse historias de amor.
Enamorado de las jóvenes, pero tímido,
porque sus amores eran más platónicos que reales.

Pero, había cierta muchacha morena
de ojos soñadores
que solía mirarlo con interés.

Pereyra también había vislumbrado ese brillo
pero no llegó a concretar y quedó
como un soneto inconcluso en sus poesías lejanas.


® María Elsa Bravo

© Birlibirloque


Boceto para un retrato







a mi hermana



Me pidieron que hiciera un retrato.
Me decidí por el de mi hermana. Traté de recordarla.
¿Cuál sería la imagen a describir?
¿Qué momento de su vida retrataría?
Me dije: Voy a hacer una descripción objetiva, como figuraría en su documento de persona.

Ojos glaucos. Frente amplia. Piel blanca. Cutis perfecto.
Nariz normal. Así estaba escrito en su cédula.
Boca mediana de labios finos pero sensuales, con dientes blancos y muy sanos.

Pintada de rojo como se usaba, muy glamorosa. Sonrisa maravillosa. Cuando se pintaba yo quedaba extasiada observando cómo lo hacía. Pensaba que, de grande me iba a pintar los labios como ella. Nunca lo hice.

Pies número 37. Zapatos siempre de taco alto, lindos, negros. De los zapatos oigo todavía las advertencias de madre, “que sean honestos”.

Manos bellísimas con uñas impecables, que se lucían cuando tocaba el piano o cosía.
Andar erguido y airoso – decían la vecinas.
Conversación agradable. “Siempre tiene tema- decía padre”.
Un minón – decían los muchachos del barrio, codiciosos.
Mejillas levemente sonrosadas.
Mirada evocadora.
Una joven muy simpática – decían todos.

Y yo siento que a pesar de toda esta descripción nunca puedo asir la imagen de Enriqueta, siempre se va volando en el aire, como su vida.




® Carolina Menapace

© Birlibirloque

El profesor de piano








A las 5 de la tarde en punto los martes ,sonaba el timbre. Mi madre siempre impecable a esa hora del día salía a recibirlo. Con un saludo formal penetraba en el pequeño departamento . Su enorme figura daba la sensación que ocupaba más espacio del debido. Era un hombre de mediana edad, tal vez 50 años , muy alto , erguido, como orgulloso de su planta; cara redonda , frente lustrosa que se prolongaba visiblemente hacia la nuca. Vestía siempre de traje oscuro que ocultaba con decoro algunos kilos de más localizados en su abdomen. Un infaltable portafolios negro completaba su atuendo.
Después de darme solemnemente la mano acompañado de una leve inclinación de cabeza se sentaba en la silla que ya lo esperaba junto al taburete del piano , lugar reservado para mí una alumna en aquel entonces de 13 años que lo miraba con el respeto de aquellos tiempos. Mi madre abandonaba el lugar, la clase comenzaba , tocaba lo practicado durante la semana mientras oía su voz marcando indicaciones , cada tanto algún comentario de aliento , muchas veces correcciones
- A ver, déjeme ……( cambio de asientos) el do cuando lleva el punto stacatto … marque los silencios son muy importantes! La melodía con la derecha tiene que oírse más que la izquierda que solo acompaña…a-com-pa-ña.
Sonaba magnífico. Me llamaban siempre la atención sus manos grandes, sus
dedos voluminosos que nada tenían que ver con los que uno le asignaba a un pianista , sin embargo se deslizaban impecables sobre el teclado. Pensar que una de esas manos fue la culpable.
- Desea tomar un café Profesor???
Terminada la clase y el café se retiraba hasta la semana próxima.

- Mi re re mi re do re fa mi re……..! lento! Expresivo….ponga sentimiento! Chopin es romántico …¿usted no es romántica? ( lo decía con voz melosa mientras acercaba demasiado su rostro al mío y apoyaba su enorme mano en mi rodilla que temblaba de rechazo en su desnudez, sacá la mano por favor!!! , la sentía pegajosa, indecente , invadiendo mi piel )
Quince años cándidos de pollera tableada, medias tres cuartos de colegiala, una madre ingenua, la intimidad de alumno – profesor.

- ¿Leyó la vida de algún compositor? ( el también decía que lo era) muchos han sentido algo especial por sus discípulos.
Lo miré sorprendida interpretando la indirecta , esquivé la respuesta, su presencia ya me repugnaba , me resultaba intolerable, una mezcla de desencanto, incomprensión y furia me apuraban hacia un final.

Una noche después de la cena, momento de sobremesa, intenté explicar lo que me ocurría de la mejor manera posible. Mi padre entendió más rápido de lo que mis escasos años y mi experiencia esperaban.

Al mes siguiente vino la Srta. Lucía.


® Erica Schworer
04/05/09

© Birlibirloque


Metamorfosis






Aquél niño poseía un don especial, algo de lo que otros niños carecían, quizás una sabiduría antigua, de otras vidas…

Cuando percibía el galope de los caballos era como si él mismo lo fuera… acompasaba la respiración y atravesaba enloquecido leguas y leguas de caminos… Era un centauro.

Cuando conoció el mar, quiso ser pez. Nadó y nadó hasta que de su garganta florecieron branquias rojas como el coral, y los ojos color canela se convirtieron en agua verde y se hizo imposible acariciar sus filosas escamas… El canto de una sirena embelesó sus días y sus noches.

De puro curioso siguió a un topo a su madriguera. En la oscuridad, sus pequeños ojillos se agrandaron desmesuradamente.
Sus incisivos crecieron al unísono de las uñas de manos y pies… Y horadó la tierra, olisqueando todo lo bueno y lo malo que ella guarda en sus entrañas.

Tendido sobre la hierba durante largas horas, contemplaba las nubes mecidas por la brisa en interminable desfile, observando los pájaros ir y venir…

Una tarde se irguió con decidido impulso: Caminó y caminó hasta la cima de la montaña, y ebrio de aire puro, se echó a volar. Con dificultad al comienzo, gozoso después, imitó el movimiento de las aves y desapareció en el horizonte…





® Lidia A. González

© Birlibirloque

El gran simulador







Claro que sabía que estaba solo, fue por eso que comenzó a hacerle un acompañamiento. Se lo propusieron como un intercambio de gentilezas entre instituciones.
Él, como rotario les conseguía una silla de ruedas infantil para una pequeña paciente oncológica y ella a su vez, le haría un acompañamiento, no como a un paciente Terminal ni oncológico, pero en definitiva estaba sólo y cursaba una discapacidad producto de un infarto cerebral.
Se encontró con un hombre pequeño que arrastraba su pierna derecha, de piel muy blanca, ojos pequeños verdes, que con empeño, dignidad y desde su institución hacia trabajo solidario.
Su casa de la calle Félix de Amador tenía un cartel en el frente que decía Musikhouse, se llamaba Sigmund.
Afecto a la conversación, la lectura, las plantas, el café, los amigos, la música.
Un hombre culto y afable que siempre sintió mucha curiosidad por su trabajo, de modo que ella compartía con él lecturas o comentaba su trabajo de hospital o de la institución que la envió a su casa.
Él tenía dos hijos que estaban muy ocupados con sus vidas, una madre añosa y adinerada que lo trataba como a un niño y aprovechaba este momento suyo de debilidad para intentar hacer su voluntad y dirigir su vida. Una hermana que le recriminaba su vida toda, un montón de amigos que lo sostenían económicamente, una vitrola que quería vender para su sustento, un violín que tenía desde la infancia, que vendió, una tradición judía que se ufanaba en transgredir, una risa fácil, una mente inquieta a pesar del infarto, una novia que huyó con diplomacia pero que lo llamaba cada tanto, cientos de libros y cassettes de música y videos de conciertos.
Tenía también un amigo cura, rengo como él, infartado como él que lo visitaba cada quince días con un cuarto de masas secas, con quien filosofaba.
Él la esperaba todos los jueves a la misma hora, con música y café, y la amistad surgió espontáneamente.
Un día todo cambió, le pidió que lo fuera a ver, estaba angustiado, le pidió que fuera su psicóloga, aunque nunca le gustó la psicología, ni el psicoanálisis, ni las terapias. Quiso pagarle un dinero que no tenía y al final le hacia una critica a su escucha y sus intervenciones.
Habló de su soledad, de su angustia y su insomnio, que se había caído ya tres veces, y que se sentía sucio. Que pensaba mucho en su padre muerto de cáncer hacía ya muchos años.
Ella acordó con su doctora de no medicarlo más porque lo enlentecía y se caía y coincidieron que no podía vivir solo.
Con él arregló para que accediera a una internación hospitalaria para que pudieran hacerle todos los estudios que estaban previstos sin la complicación de múltiples traslados en ambulancias de Pami, y además para solucionar los problemas de higiene que tenía.
También habló por teléfono con uno de los hijos para informarle la situación, éste se enojó mucho, sintiéndose invadido en la intimidad de una problemática familiar que desconocía.
Claro que alguna vez mencionó un quiste, y también que se operó y que ya estaba bien, y que no tenía relación con su situación actual.
Pero ese día que le pidió que fuera a su casa a buscar sus estudios anteriores para llevarlos al hospital, por supuesto leyó los informes.
El estaba en la guardia, sólo tuvo oportunidad de escabullirse entre las urgencias, las enfermeras, el escaso espacio y tiempo para los acompañantes, así que le dejó la llave de su casa, la bolsa con las placas radiográficas y se quedó con sus últimas palabras: “Mi amor!”, que fueron como un agradecimiento a ese pequeño favor.
Sigmund el gran simulador, murió a las horas de esto. Y ella no estuvo ahí!
Porque él así lo quiso.
Quiso disfrazar su realidad y compartir con ella un espacio de música, plantas, ideas y café.
Y ella no supo ver nada más allá de ese disfraz.
El decidió que no era un paciente Terminal, sino un amigo paciente y viviente.
Claro que no sabía por cuanto tiempo, pero acaso ¿hay alguien que lo sepa?
Claro que conocía que un tumor lo devoraba, pero también sentía que aún tenía vida, aún tenía mucho que decir y que pensar, de modo que, ¿porque no hacerlo?
Claro que supo que ya nunca podría tocar su violín, pero aún podía disfrutar de la música en compañía.
Claro que la enfermedad le arrebató un amor, pero aún podía sentir amor, y disfrutó de la amistad de ella y la del cura.
Claro que sus hijos lo apartaron de sus vidas, tal vez necesitaban más tiempo para enmendar, para perdonar, para componer esa relación. Pero él le ofreció todo su tiempo para escucharlos, esperarlos y amarlos.
Claro que las plantas esperaban que él las cuidara, pero eso ya no podía ser.
Claro que él la engaño, pero a cambio le ofreció su amistad, que no es poco.



® Irma Acuña
Abril 08

© Birlibirloque

Morriñas








En la soledad de una playa lejana, pasea una mujer, colmada de morriña, canta suavemente.


Airiños, airitos aires
Airiños da miña terra
Airiños, airitos, aires
Airiños levaime a ela


El sol naciente irradia sus destellos, mientras las olas acarician la arena. Siente el placer del agua bañando sus pies descalzos.
El viento la envuelve, poco a poco pierde el contacto con el suelo, y se eleva, el encanto que siente es tal que deja que su cuerpo tome altura, ve como la playa queda fuera de su vista, sigue cantando
Airiños…. Airiños….
Los delfines que danzan sobre las olas, tratan de entablar una conversación pero ella sumida en el inesperado vuelo, los mira, curiosa, mientras deja que el viento la transporte.
Por momentos el viento es suave y teme caer en las aguas del océano, pero otra ráfaga la impulsa más alto. Una bandada de gaviotas la rodean.
-¡Mueve los brazos¡- le aconsejan.
-¿Ustedes hablan?- pregunta asombrada
-Si, pero tú atiende a mover los brazos ¿Cuál es tú destino?
-Es que no lo sé, y lo peor que no tengo documentos.
-¿Para qué quieres documentos?
-En cualquier Aeropuerto, me los pedirán.
-¿Aeropuerto? Por lo que te escucho cantar tu destino no es un aeropuerto
-Tu destino…son unas lejanas rías
-¿No es ese tú deseo?
-Si, pero…


Mira la lejanía, no ve la playa, testigo de largas y solitarias caminatas.
Sigue haciendo camino en el cielo, camino sobre la mar, desprendida de ataduras terrenales, libre como las bellas gaviotas, al encuentro de su pasado, o quizás de su futuro.

® Remedios Pernas

5 / 5 / 09
© Birlibirloque



Irremediable









Juan hizo girar la llave, dio unos pasos , todo el pasado le golpeó la cara.
Si querías olvidarte de ella, se dijo, has venido al lugar equivocado, los olores no hacen otra que ahondar la ausencia.
Pero ya estaba allí por propia decisión y no podía echarse atrás.
¿Por qué no vendí la casa antes de partir?
Sabía que tarde o temprano tendría que regresar, sabía que no podía deshacerse de ella así tan fácilmente.
En ese mismo salón Silvina le había dicho : Estoy muy cansada de todo. Y él no la había escuchado.
Fue hasta el dormitorio, abrió una ventana y tomó asiento en el borde de la cama. Recorrió la habitación con la mirada, la vio retocándose los labios ante el toilette, observándose de frente y de perfil ante el enorme espejo del ropero enfundada en su vestido verde, canturreando en voz baja una canción.
Quiere defenderse de esas imágenes que ya no están y se quedaron grabadas en el fondo de su mente.
Sale presuroso de la habitación y redirige hacia la biblioteca, abre y cierra cajones, revuelve papeles, saca carpetas y documentos que va echando en un portafolio abandonado junto al escritorio. Elige algunos libros, tienen una finísima capa de polvo, se limpia las manos en el pantalón, desde un portarretrato Silvina le sonríe.
¡Tarde! Es tarde para todo, ella ya no está. El ya no es un artista, ha dejado de creer en la poesía y en las justificaciones. Se parece más a un loco que anda hablando solo como el tío Antonio, que iba culpando a todos de los descalabros de su vida. Recién ahora se da cuenta de que ella tenía razón cuando decía: Estoy siempre sola, ya no aguanto más, vos tenés tus giras, tu piano, yo no tengo nada. ¡Vas a ver que un día no me vas a encontrar cuando regreses!
Recuerda su antiguo gesto de soberbia al contestarle: No podrás dejarme Silvina ¡dónde vas a ir si mí! ¿Con quién? Y que ella había respondido a los gritos: ¡No lo sé, con alguien que me vea, que me escuche, que me quiera!

Ahora está solo, como aquella noche en que al volver halló la casa desierta y se dijo indignado: ¡Cómo pudo hacerme esto a mí!
Ahora sabe cómo, sabe lo que es el agobio de una casa vacía, siente pasos perdidos recorriéndola y comprende cómo, desolada, buscó un día la salida y en brazos de otro hombre, no importa cuál, se fue a la vida.
Con un suspiro hondo cerró todo, se lavó las manos y murmuró al mirarse en el espejo: Estoy envejeciendo.
Tomó el portafolio, la alfombra mitigó sus pasos, echó una última mirada y se fue dando dos vueltas de llave a la puerta que crujió como lo había hecho siempre.


® Myrta Zweifel

© Birlibirloque

Vida









Flecha secreta
reclamo vestido en desvaríos nocturnos
con destino al apagado corazón
-luz que truena y sonido dulce-
constelación de luz absoluta
destejía silencios
tan hechos coraza

iba (las manos cortadas)
apenas sombra iluminada en sílabas
iba solo el agua me percibía
dejé el cuerpo clausurado

flecha algo que alumbraba
el código extraviado
puede ser -decía-
astillas de letras cubren lo que se ve
tu oficio de atar palabras
te salva
-surgía en torrente el miedo pagano-

me cubrí con la piel del visionario
la flecha llegó lejos arrastró trozos
deshizo al guardián me vació de dolor
hice una hoguera concebí el rumbo nuevo
-maleficios afuera sentencié-
era tiempo de verme al desnudo
hablar sin malezas
ni pegoteo de tren en niebla
descorrí la distancia
para no acostarme del lado que duele

y la flecha secreta se hizo vida


(soy par)
vida la que no temo.





® Cecilia Ortiz – Ceremonias en fuga


© Birlibirloque