
Ella era una anciana que comía sola
cantaba, tejía, a ratos rezaba.
En la vieja casa sin un descendiente
entrevió una noche el fin del viaje.
Entreabierto el pecho, cruzando las calles,
harta de morir la vida, o vivir la muerte,
Lo halló en la farmacia, reposado y serio
de sus ojos grises se quedó cautiva
Sin una pregunta, se puso en sus manos;
tres veces al día, junto a un vaso de agua,
se oficiaba el rito, con una gragea
que la sanaría…
El color volvió a su viejo rostro.
¡Estaba tan cerca! Con cruzar la calle
y verlo tan guapo
Firmó los papeles, en todo de acuerdo
con el boticario, con el escribano.
Y murió su muerte con una sonrisa, tan enamorada,
tan enamorada
© Lidia A. González
® Birlibirloque
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