Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

lunes, 25 de enero de 2010

Como bolita







Camina sin parar del comedor a la cocina. Quiere hurgar en el tacho de la basura, ya aprendió a pisar el pedal. Ocho pares de ojos siguen y controlan su deambular-¡No!-gritan al unísono tíos, padres, abuelos.
El lleva aferrado algo siempre en la mano izquierda, un trapito, un perro de goma, un pedazo de pan, eso le da seguridad en el andar, parece que lo sostiene en pie.
Sigue su marcha y manotea lo que encuentra a su paso, estuches de anteojos, llaves, botellas plásticas que se divierte en hacer rodar. Hay que poner todo fuera del alcance de su mano y de su ojo avizor, libros, papeles que se puedan morder, biromes, posa vasos, monederos, que va echando para atrás por sobre su hombro izquierdo.
Anda sin parar con sus pasos recién estrenados, controlando apenas la dirección y la velocidad. Perdió una zapatilla y va en yanta, medio de costado hablando en su lengua singular. Haciendo ojitos, beru beru, tomando agua de su sorbito, diciendo no, no –meneando la cabeza, mostrando sus cuatro dientes feroces.
Sale a la galería y se acerca al borde, hay tres escalones que lo separan del parque.-¡Date vuelta, date vuelta!- le gritan. Se vuelve obediente y baja gateando de culata. Da unos pasos por el pasto, vuelve a subir de frente, cruza el embaldosado y llega hasta la otra punta. Allí la altura hasta el pasto es menor, baja de pie y el declive lo hace acelerar, cae sentado sobre el césped junto a una planta baja de dalias. Como todos le gritan –
¡Upa, upa! Deja de hacer pucheros y se dedica a deshojar la flor pétalo por pétalo. Cuando se cansa se dirige feliz a los perros que dormitan junto a la pared; éstos lo ven venir y se retiran antes de que se les tire encima y les retuerza las orejas. Prueba unos trocitos de Dogui y hace caso omiso de las órdenes -¡Dejá eso, no, no, escupí, escupí. Escupe ostentosamente, da unos chillidos, vuelve a la sala y arremete con más bríos.
Muerde todo lo que encuentra. No se le escapan ni almohadones, ni controles ni celulares. Da vueltas y vueltas alrededor de la mesa del comedor, de pasada aprieta las teclas del televisor.
Para defenderse de él, la abuela los ha tapado con cinta de pintor. Da resultado por muy poco tiempo, en un descuido y con los deditos índice y pulgar engancha una punta, la despega y apaga el aparato. Justo cuando ellos están alentando como locos esperando el gol salvador que daría e l triunfo al Seleccionado Nacional-¡Dale ahora, tirá, tirá! ¡No Vito, no! ¿Qué hiciste?- el padre se precipita y lo vuelve a prender. Se perdieron el gol, el vuelo de pájaro y el zurdazo de Damián.
Incapaz de soportar más tantos gritos, tantos no, Vito apoya los brazos y la cabeza en la mesita del living, como un borracho sobre el estaño del bar y llora desconsoladamente. Los adultos al verlo ríen divertidos y se abrazan festejando el triunfo del seleccionado. El se incorpora con el rostro bañado en llanto y abrazándose a las piernas de su padre grita ¡Gol!



© Myrta Zweifel
Enero de 2009

®Birlibirloque

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