Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

jueves, 6 de enero de 2011

Una mirada, un gesto






Riega las plantas con cuidado y las mira atentamente. En su rostro arrugado sus ojos azules irradian una bondad que todavía no he podido encontrar en ningunos otros.
Se llama Silvio , es mi padre.
Yo lo miro desde un rincón del patio,- quizás lo espío –no lo que hace , sino cómo lo hace.
Vierte agua sobre los rojos tomatitos bañándolos de bondad. Tomatitos que cultiva desde que tengo memoria, dulces y en racimos. A mí esos tomates me habían hecho pasar vergüenza frente a mis amigas, de niña, se veían tan ridículos.
Se mueve con cuidado.
Todo lo hace de un modo paternal y amoroso, aunque tiene crédito de malhumorado. También cierto, pero no todo el tiempo.
Es diseñador de muebles. De los buenos. Ama su profesión, y es el dueño del lápiz y la escala.
Recuerdo haberlo visto transitar tantos kilómetros ida y vuelta a lo largo de su tablero alto, enfrascado en un laberinto de líneas rectas, curvas, números y letras donde, como Minotauro, sólo él conocía el camino.
Mi viejo de ojos celestes y olor a grafito en la camisa.
Esa mirada y esa paciencia de qué zonas de su memoria provendrán ?
Al verlo cortar la radicheta de las macetas no se puede pensar en el Bauhaus. Parece difícil de conciliar. Austriaco típico con la precisión del tiempo, el espacio y la naturaleza.
A veces me hace reír por la exactitud con que pone la mesa. Nada fuera de sitio. A excepción del pelo de su frente, que se le cae en un jopo blanco, desmañado y ralo.
Lo sigo mirando y me digo:
-¿Cuál será su historia? ¿Le dolerá el desarraigo? ¿De dónde proviene su fuerza para seguir siempre con tanto tesón?
El ha estado, también , al borde de sí mismo. Además la presencia ,ahora ausente, de mi madre lo debe sostener en el amor. Y también la oración. Mi viejo reza. Solo. De rodillas.
- ¿Qué hacés, Clotilde? –me pregunta desde el limonero.
- Trato de dibujar-. Miento.
- ¿Dibujar?
- Si, una mirada, un gesto, un rictus –le digo un tanto pretenciosa.
- Para eso no usés reglas, ni compases. Más bien utilizá los grafitos blandos de la intención y mucha goma de borrar. –me recomienda sonriendo, en el preciso momento en que se escucha el timbre de la puerta. Nos miramos , mi viejo abandona la regadera, esquiva a Gastón y sale a ver quién importuna la tarde.



© Carolina Menapace

® Birlibirloque



1 comentario:

Anónimo dijo...

¿ Quien dijo que la gente amada muere?
Sentimiento compartido, amores guardados en el corazón.
El recuerdo me llega muy profundo
amiga.... hermana
Reme