
Se bebía té a la noche.
Dolores llegaba cansada de su trabajo. Olguita, de tres años y Juanita de cuatro esperaban su llegada acurrucadas en el borde de la vereda.
Cuando su imagen lejana se acercaba se transformaba en ella ¡mamá!
Juanita aplaudía y corría a avisar a Olguita, ¡rápido, sentémonos a esperarla! Ya al lado, con cuchicheos y sonrisas de contento hablaban al unísono. -¡hum...! decía Dolores,- basta de parloteos, ¿qué me quieren contar?
Cada una a su modo le decía cuánto la quería, cómo la extrañaba, que el tiempo era largísimo en su ausencia –a pesar de estar el tío Juan que las cuidaba, peinaba sus cabellos con trenzas y moños, les servía el té con tostadas. Todo el amor que él irradiaba no era como los besos de mamá.
(Porque mamá al acostarnos a dormir con ella, una de cada lado, nos contaba cuentos con un sonido inigualable, nos calentaba si teníamos frío, nos calmaba si teníamos algún dolor porque el calor de su amor no se parecía a ningún cuento conocido y eso que los escuchábamos todas las noches repetidos, pero no importaba, sólo queríamos ese sonido arrullador.)
© María Elsa Bravo
No hay comentarios:
Publicar un comentario