Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

martes, 19 de febrero de 2013

Siempre la sangre











 Odiaba la siesta interminable, cansada de leer historietas, me había inventado otra diversión.  Cuando los mayores dormían bajaba descalza la escalera de mármol gastada por el paso de aquellos que la habían pisado a través de tantos años.

Parada en el umbral de la puerta semioculta esperaba el paso del tranvía, en medio de un estruendo que hacía temblar las ventanas del primer piso,  Le daba diez metros de ventaja y después corría detrás de él cuatro cuadras,  con el pelo al viento, los pies ligeros sobre las vías y los adoquines hirvientes hasta llegar a la esquina  donde doblaba y tomaba velocidad.  El guarda iracundo me amenazaba con el brazo en alto harto de mí, de esa persecución diaria, de mis morisquetas y de mi risa burlona.
Finalizada la carrera regresaba por la calle desierta, alegre, jadeante, imprimiendo manchas de grasa y de aceite en la vereda.
Un día me corté un dedo con una piedrita, volví caminando con el talón y fui dejando por la blanca escalera,  delatores hilitos de sangre
Desde ese día la puerta de calle permaneció con llave a la hora de la siesta.

Acodada en el balcón del primer piso lo veía venir, rojo dragón, con el número 12 pegado en la frente, echando chispas en los rieles, la cola enganchada en el cable y oía la campanilla burlona que el guarda hacía sonar al pasar frente a mi casa.

 

                                                                            

 

©Myrta Zweifel
® Birlibirloque

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