
Me propones cruzar la puerta, no siento tu mano tibia en la mía.
Hace tiempo que ya no estás. Y sin embargo insistes, cruza la puerta, dices.
Y lo vuelves a decir.
Oigo tu voz una y otra vez.
Te veo sentado frente a la ventana, aunque no estés, parece que estuvieras.
Aún el perfume del tabaco acompaña tu sillón.
La puerta cerrada es una frontera, tablas y bronces lucen su porfiado destino.
Oigo tu voz una y otra vez.
Te veo sentado frente a la ventana, aunque no estés, parece que estuvieras.
Aún el perfume del tabaco acompaña tu sillón.
La puerta cerrada es una frontera, tablas y bronces lucen su porfiado destino.
El mío frente a ella, y frente a ti. Que no estás, pero insistes en seguir entre las paredes grises.
Tengo la llave. Lo sabes. Me conoces.
Después de ti, cariño, susurras cerca. Y me rebelo y exploto y le doy un golpe a la puerta.
Tengo la llave. Lo sabes. Me conoces.
Después de ti, cariño, susurras cerca. Y me rebelo y exploto y le doy un golpe a la puerta.
Golpea detrás de mí empujando el aire que me empuja. Y soy libre.
Detrás de esta puerta, estás, con la mirada fija, como cuando tomaste el café que te serví.
El último.
© Cecilia Ortiz
® Birlibirloque
Detrás de esta puerta, estás, con la mirada fija, como cuando tomaste el café que te serví.
El último.
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