Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

jueves, 24 de septiembre de 2009

En medio de la nada










Verde desolado se extiende el campo hasta el infinito, sin un animal, sin un árbol y en esa lonja de tierra entre el alambrado interminable y la ruta esta la casa. Es una construcción chata y vieja pintada de color amarillo fuerte, tiene dos ventanas con rejas, una de sus puertas mira hacia el este, a un lado hay dos árboles, un chanar y un algarrobo de ramas torcidas. En el frente se yergue un mástil un poco inclinado, el sol de invierno baña apenas los pastos y las cosas.
Entre la construcción y el asfalto brilla un charco de agua en cuyas orillas se inclinan unos juncos, dos patitos se deslizan hundiendo sus picos en el agua, unas garzas se esponja el plumaje paradas en el barro.
Una mujer y un hombre vistiendo guardapolvos blancos avanzan por un caminito, detrás de ellos vienen varios niños con útiles escolares enancados en un caballo tobiano llegan dos mas, lo atan bajo el algarrobo junto a una yegüita blanca y cuelgan los cojinillos en una rama baja. Se agrupan en el patio de tierra, algunos tienen guardapolvos, otros un pantalón raído y un pulóver viejo; hace frío, sus alpargatas están mojadas de rocío, charlan entre si y entrechocan sus pies para darse calor.
El joven toca la campana que es solo un trozo de metal, la maestra golpea las manos y los hace formar fila, izan la bandera desteñida y cantan

Salve Argentina, bandera azul y blanca
Girón del cielo en donde duerme el sol

Rompen fila, los maestros traen entre los dos un gran tacho y lo depositan sobre un banco al lado de una bolsa, los niños van desfilando frente a la olla con su jarrito de lata, la mujer cucharón en mano va sirviendo el humeante mate cocido y el maestro les entrega a cada uno una galleta de grasa.
Se apoyan contra la pared del sol y van sorbiendo de a traguitos la infusión hirviente soplando ante cada trago; los perros se acurrucan a sus pies buscando calor y alguna miguita que cayese al suelo.

Cuando los choferes terminan de cambiar el neumático pinchado, subimos uno tras otro al ómnibus y continuamos el viaje.





© Myrta Zweifel

® Birlibirloque

No hay comentarios: