Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

sábado, 9 de mayo de 2009

La partida









26 de febrero

El reverendo Pendleton vino a Rora, hablo con todos los padres de familia y los convenció de que emigraran con rumbo a la Argentina para integrarse a la recientemente fundada Colonia Alejandra.
La cosecha había sido tan pobre que apenas alcanzaba para alimentarnos, la tierra es escasa y esta cansada.

30 de marzo

No duermo pensando en el momento de abandonar estos valles pelados y partir para ese país maravilloso, donde dicen que la pampa verde se extiende hasta juntarse con el cielo. Michel me regaló tres monedas.

4 de abril

Los abuelos que fueron a despedirnos hasta el poblado lloraban y nos decían Gente que se va América gente que va a ser comida por los indios.
Mañana cumplo catorce anos, solo pienso en el momento de partir, mi madre contenía las lágrimas, mis hermanos y yo estábamos contentos.

30 de abril

Estuve tirado en la cucheta con vómitos y mareos, embarcamos en Génova el día 25, el velero se llama L ‘Otavia Stella, estamos amontonados mas de doscientas personas, el agua escasea y tiene mal gusto, hace mucho calor. Estuvimos detenidos tres días por falta de viento para navegar, me duele el estomago, mama esta enferma, papa nos hizo subir a cubierta para tomar aire, dos primos míos murieron de viruela, ya son ocho los fallecidos, los tiraron al mar, mi padre leyó la Biblia.

9 de julio

Llegamos al puerto de Buenos Aires, el río es inmenso y el puerto miserable, un muelle de madera, no puedo creer que hayamos pisado tierra firme, hicimos trasbordo a un vaporeto para llegar a Colonia Alejandra, navegamos río arriba, vimos bandadas de pájaros y animales silvestres.
Desembarcamos en medio del barro. Junto al barranco habían levantado unas carpas para que pasásemos la noche, todavía nos faltan cinco leguas para llegar a la colonia.
Hicimos el recorrido en carretones por islas cubiertas de pajonales, atravesamos riachos y al fin llegamos a las tierras altas donde nos encontramos con otros inmigrantes que habían venido antes que nosotros.
Ya habían construido la capilla y unas casas de adobe con techos de paja, nos prestaron una, mi madre abrió un baúl y tendió las sabanas y la ropa húmeda sobre los arbustos, mi padre colgó el fusil de un gancho contra la pared, salio al patio y nos dijo señalando hacia la derecha Toda esta tierra hasta aquel árbol es nuestra y rompió a llorar.


© Myrta Zweifel

® Birlibirloque


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