Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

jueves, 8 de abril de 2010

Un paso al otro lado








El no puso jamás un pie del otro lado.
Más no puede dejar de pensar en ello.
Se encuentra en el tramo final de su vida. Su andar es vacilante y el agobio de los años le curva la espada.
En procura de un rayo de sol, busca una mesa libre en la vereda del Bar “Walkiria”. La encuentra y acomoda sus huesos en una silla y entrecerrando los ojos , en un sopor oscilando entre el sueño y la fatiga, revuelve en el baúl de los recuerdos…
La imagen de Angélica, niña, se hace nítida, con sus trenzas doradas, pecosa y blanca como la leche.
Piensa en su infancia, la escuela, los amigos del barrio, compinches con los que ya adolescentes descubrirían los secretos del sexo…
Los bailes en el club. La casa paterna que el viejo había levantado con sus propias manos, y su madre cultivando rosas y arvejillas de todos los colores.
Esa misma casa, que compartía con su hermana hasta que falleció , y donde aún vive,
está sitiada por el deterioro, las hormigas y los yuyos.
Se palpa el bolsillo asegurándose que tiene con que pagar, sus ingresos son magros y apenas le alcanzan para subsistir.
En otros tiempos se encontraba con amigos, ya casi no le quedan .
Esta mañana le dieron la noticia que había muerto Angélica, su compañera de escuela y de juegos…
Abre sus ojillos cansados y contempla el ir y venir de la gente por la avenida, bebe un sorbo de agua y cae en la cuenta que así, mirando a los otros se le fue escurriendo la vida. Pronto, lo sabe, pondrá su pié en ese lugar desconocido que lo perturba.
Un hondo suspiro escapa de su boca, mientras se pregunta porqué nunca le dijo a Angélica que la amaba.



© Lidia A. Gonzáles

® Birlibirloque

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