Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

jueves, 8 de abril de 2010

Pecesitos de colores





-Uy, viene para acá.
-No tengas miedo, es solo una mujer- la anciana se acercaba sonriendo.
-Déjame que te adivine la suerte, linda.
-Mientras no me des malas noticias- y le había extendido la mano.
La gitana le pasó un dedo por la palma -Has tenido una buena vida pero- había agregado palideciendo -cuando eras joven te fuiste de este mundo.
-Si, pero volví, mi hijo venía con dos vueltas de cordón alrededor del cuello, la partera lo zafó pero tuve una hemorragia que no podían contener y abandone mi cuerpo.
-Te hicieron regresar.
-Si, llegué a un lugar luminoso, había personas que me llamaban...
-Pero aun no debías estar allí.
-Es cierto -había murmurado secándose una lagrima- sentía tanta paz, pero alguien me dijo que acá me necesitaban y que debía volver.
-No era tu tiempo aún.
-Por eso regresé, la hemorragia se detuvo cuando la vieja Asunción hizo una cruz de sal en el patio y le clavó el hacha en el medio.
-Yo te voy a decir una cosa y acercándose a su oído le susurro en secreto.
Ella rió y echando la cabeza hacia atrás había preguntado incrédula-¿Pececitos de colores?
Como el día era soleado y estaba disfrutando del sol en aquella plaza, le dio un billete a la gitana y le dijo a la amiga que la acompañaba -Crié una familia, tuve hijos, marido, un hombre bueno, pero nunca estuve enamorada de él ¿Crees que algún día conoceré el amor?
-Se lo hubieras preguntado.
Se encogió de hombros y dijo –Yo voy a seguir esperando-

Ahora sabía por que había vuelto a su memoria ese suceso olvidado. Parada con su hermano en medio del patio de la casa paterna, miraban el cielo con ansiedad ¡Hacia tanto que no llovía! Todo estaba mustio, marchito, tapado de tierra.
-Si el tiempo no se decide de una vez, todo se va a perder -dijo el hermano escupiendo por el colmillo, al ver los relámpago agregó- Va a ser otra tormenta de verano.
La tarde se oscureció de golpe, pasaban presurosas las nubes, un relámpago ilumino el cielo y se oían amenazantes los truenos. Aun no llovía.
Su sobrina iba a descolgar la ropa cuando el padre le grito-No toques el alambre!
Asustada la joven volvió junto a él.
En un momento la atmósfera cambió, una luz rojiza cubrió el cielo y sumió las cosas en un color sangre tan intenso que daba miedo, la casa parecía en llamas, el patio, los árboles y hasta los rostros resplandecían como si estuviesen ardiendo, se miraron azorados.
De pronto en medio de la calma un rayo como jamás habían visto ni oído, cayó sobre el poste, corrió por el alambre y partió el paraíso adonde estaba atada la otra punta, las sabanas y la ropa ardieron, lo mismo que el árbol. Sobrevino un silencio profundo, empezaron a caer grandes gotas que formaban charcas rojizas, la tierra reseca las absorbía al instante. Ella vio que algo plateado se agitaba sobre la tierra mojada, se agachó para mirar mejor, unos pececitos celestes agonizaban en el suelo, depositó uno en la palma de su mano izquierda, le pasó un dedo por arriba y pensó-¿Cómo puede ser, tan lejos del mar? ¡Qué ráfaga gigantesca los arrebató de su seno, los elevó hasta las nubes y los devolvió a la tierra en una lluvia de sangre!
Apretó con fuerza el pececito en el puño y contempló con tristeza todo lo que la rodeaba, a los mayores que discutían en voz alta el origen de aquel fenómeno, a los niños que con un palito revolvían los yuyos y se dijo
-Ya no hay tiempo, ya no vendrá- atrapó una lagrima con el índice y el pulgar y la secó con disimulo en la falda, suspiró y pensó con melancolía, mañana voy a morir-.
Porque ese era el secreto que le había susurrado aquella gitana: Al día siguiente de que lluevan pececitos de colores vas a dejar este mundo. No importa a donde vayas ni en que lugar te encuentres, ellos van a caer a tus pies con una señal de sangre.


© Myrta Zweifel
® Birlibirloque

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