Por el placer de estar juntas hacemos juegos con palabras. Nos reunimos una vez por semana y entre café y cosas ricas, creamos letras en libertad.

viernes, 2 de enero de 2009

Aída, el Príncipe de Gales y el tiempo circular






Mamá lloró desconsoladamente, y como la vi tan abatida y sufriente, le dije unas palabras que creí mágicas, algo así como: ¿Cuántos años tenía Aída? ¿Más de 80?, ¿Cuántos años más querías que viviera? Me parecieron lógicas, obvias y esperé que al instante parara el llanto y cortara la pena, pero no fue así. Mi madre siguió llorando amargamente la muerte de su hermana.

Aída vive un mundo de texturas. Sabe del poplin, sarga, seda, pana, terciopelo, liencillo, gasa. El algodón, la muselina.
Se asoció a un maniquí acéfalo y mudo que la acompañó hasta la muerte con total lealtad, en la aventura de dar forma a los caprichosos deseos de las clientas, y se mantuvo con gran dignidad de pie, en una eterna y femenina silueta soportando con elegancia el accionar de alfileres y la tijera sastre que divorciaba para siempre el sueño del hábito de una manera sabia y drástica.
Este es el mundo de Aída. En un rincón un enorme espejo, en la otra esquina un mueble atiborrado de revistas y figurines, sobre la mesa se apilan texturas conteniendo tonos, colores. Cajas de botones, pequeños, medianos, grandes, gigantes; de metal o madera, broches, festones, puntillas. Están ahí, a la espera, Aída con seriedad y concentración los mira como quien pasa revista a las tropas, y entonces elige para cerrar, ornar, combinar la tarea.
Aída, manos finas, largas, dedos flacos, cuando toca el cuerpo de sus clientas, las va midiendo en un acto reflejo, recorre la espalda, cierra las manos en el talle, abre sus dedos. De esta manera todo es de una o dos palmas, de tres o cuatro dedos.
Cincuenta años le dio a la máquina. La columna doblada en la tarea, la vista concentrada en la obra a terminar, el oído en el radioteatro, el informativo, la quiniela, los tangos.
Con la misma sonrisa encara un corpiño, una sábana, un traje de baño, un vestido de novia.
El paso del tiempo lo mide con la moda, pero el tiempo de la moda es cíclico, por eso siguió dándole a la maquina.
Pasa sus días entre sulfilado, hilván, dobladillo, los festones, frunces, volados, pespuntes, y las exigencias femeninas de realzar, ajustar, disimular, cubrir, o mostrar, agrandar o estilizar, rejuvenecer.
Aída sigue trazando en tiza a pedido, vistiendo al maniquí, clavando alfileres, creando, dándole a la máquina.
Aída es tímida, porque su arrojo y agallas están a disposición del acto creativo de vestir cuerpos, aparte de eso tiene dificultad para relacionarse con la gente. Es como infantil.
Su voz se escucha apenas, en raras ocasiones para decir poco, y siempre algo amable.
No tiene palabras, ella piensa en colores, en rayas y lunares, en seda y arpillera y demuestra su amor vistiéndote, a mi me hizo muchos vestidos y faldas, blusas y camisones. Es su manera de abrazarme.
Ella no se enoja, simplemente aprieta el pie de la máquina de coser y en esos momentos, la máquina anda más rápido, el vestido llega antes a su realización.
La muerte la sorprende cosiendo, porque no se percató que la vida le mandaba señales, una visión más pequeña, un andar menos ágil, una cabeza cubierta de canas. No supo interpretarlo, pensó que el tiempo circular, como la moda, ya mejoraría su visión, ya su agilidad, ya su color en el cabello.
El maniquí sigue erguido y a la espera de su socia. Hay silencio en el taller. Cientos de texturas y colores a la espera de formas y las lágrimas de mi madre siguen corriendo porque nada saben de obviedades o de razonamientos.

Así fue como Aída, dedos de elásticos, ojos de botones, pelo de bouclé, murió, silenciosa y tímidamente. Como vivió toda su vida.




© Irma Acuña
Agosto 07

® Birlibirloque

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Irma, casi que me has contado la historia de mi abuela.
Pasé por casualidad por este blog y me he quedado a leer y comentar, cosa que no hago siempre.

A. C.

Anónimo dijo...

Irma que bien retrataste a tantas mujeres que pasaros la vida vistiendo a los demás, me hiciste recordar a una gran amiga.
Te deseo mucha felicidad pues me considero tu amiga.
R. P.

Mirta Pagola dijo...

Me encantó.
Felicitaciones por el blog!!!
Un cariño enorme, extensivo al resto de las mujeres que componen esta "bonita apagina".