Pasa ligera desde el
fondo de los años, descalza, con su vestidito blanco corriendo detrás del
heladero en medio de la siesta, bajo el sol ardiente de enero. Aun puedo
percibir el olor a flores de laurel de su pelo y a polvo que levantan sus pies
por la calle de tierra
Todo su cuerpo tiene
el color caliente del verano cuando vuelve con su helado y se sienta bajo el
ligustro en el borde de la vereda, la brisa que mueve las ramas le llena el
pelo de flores. Es la imagen perfecta de la felicidad.
En mi corazón será siempre esa niña que echa barquitos de
madera en la corriente del río y los sigue chapoteado por la orilla con su
mallita blanca y el pelo rubio al viento ante la mirada atenta del padre que la
observa bajo el sombrero de paja mientras dibuja mandalas en el aire con la línea
de pescar.
Niña que canta en el laurel en flor, que habla con los
duendes y las hadas y se rasga los vestidos al bajar presurosa si la llaman a
comer. Que rendida a la noche
duerme
tranquila con una sonrisa después de escuchar un cuento y decir el Padre
Nuestro. Sueña que va por los aires, su figura ligera atraviesa el tiempo y en
otro tiempo, otro lugar, otra casa, se acerca y cubre amorosamente la espalda
de la anciana que sueña que es niña y que su madre la arropa después de besar
su frente y decir sus oraciones.
© Myrta Zweifel
® Birlibirloque